Nuestro TEOFILO. Publicado hoy en juventud revelde..

Nuestro Stevenson
Tras 20 años en el ring, Teófilo Stevenson Lawrence decía adiós al boxeo activo el 18 de mayo de 1986 con una contundente victoria sobre el norteamericano Alex García, éxito que le valió su tercera medalla de oro mundialista

Elio Menéndez
digital@juventudrebelde.cu
30 de Mayo del 2011 20:41:49 CDT
No quería que finalizara el presente mes sin hacer referencia a un hecho trascendental para el deporte cubano y mundial, ocurrido el 18 de mayo de 1986 en Reno, Estados Unidos, sede del Tercer Campeonato Mundial de Boxeo Amateur. Tras 20 años en el ring, esa histórica noche Teófilo Stevenson Lawrence decía adiós al boxeo activo con una contundente victoria sobre el norteamericano Alex García, valedera para que sumara su tercera medalla de oro mundialista a las ganadas con anterioridad en La Habana 1974 y Belgrado 1978.
Esa victoria permitió al campeón de campeones convertirse en el primer púgil en conquistar seis fajas emblemáticas del boxeo amateur, pues para entonces ya ostentaba tres olímpicas ganadas en Munich 1972, Montreal 1976 y Moscú 1980. Stevenson, ganador de 301 combates en su largo peregrinar por los cuadriláteros del mundo, contaba 21 años de edad cuando fue seleccionado el mejor atleta en los Juegos Olímpicos de Munich y, ¡vaya consistencia!, repitió tal honor en el Mundial de Reno, a la edad de 35.
Verdugo en 11 de las 12 ocasiones en que enfrentó a púgiles yanquis, el triunfo que lo catapultó hacia la gloria fue el alcanzado en Munich sobre Duanne Bobbick, la bien cotizada «Esperanza Blanca» con quien los mafiosos del boxeo yanqui soñaban detener la supremacía que ejercían los mastodontes negros en la bien llamada división reina. Tras perder con Teófilo, Bobbick llegó a coronarse en las filas profesionales, título que ganaron otros también decapitados por el gigante cubano del central Delicias, entre ellos Tyrrel Biggs, a quien Teófilo venció dos veces: por decisión judicial y por fuera de combate.
Biggs había ganado el laurel olímpico en la cita estival de Los Ángeles 1984, a la cual Cuba no asistió, en tanto Stevenson vencía en los Juegos de la Amistad del propio año al miura soviético Valery Abadzhan, en una de las peleas más despiadadas que he presenciado en el mundo amateur. Los Juegos de la Amistad, con sede en La Habana 1984, me permito recordarles, se efectuaron en respuesta a las Olimpiadas de las cuales estuvieron ausentes los países miembros del entonces campo socialista y, específicamente en boxeo, estuvieron presentes en la Ciudad Deportiva los mejores púgiles del amateurismo mundial.
El Teófilo que ganó por abandono del maltrecho Abadzhan (guapo de arriba a abajo) hubiera «paseado» el certamen de Los Ángeles para ceñirse la cuarta corona olímpica, uno de sus dos grandes sueños por realizar. El otro, la frustrada Pelea del Siglo programada para febrero de 1979 (los yanquis rehusaron) frente al legendario Mohamad Alí. Salvo excepción de Alberto Juantorena, nuestro glorioso «Elegante de las Pistas», no creo que ningún otro atleta —¡y Cuba ha dado muchísimos!— haya gozado del reconocimiento mundial del cual disfruta Stevenson.
Y más que ello, sobresale la probada fidelidad mostrada por Teófilo a la Revolución, su desprecio a cifras millonarias para ir al profesionalismo (que representaba irse de su patria) porque «ningún dinero del mundo vale más que el cariño que me dispensan diez millones de cubanos».
A Teófilo lo conozco desde que, muchacho bonachón, llegó del Delicias al que nunca ha olvidado para, en escaso tiempo, convertirse en la figura más renombrada del olimpismo, sin que el brillo de tanta gloria llegara a cegarlo. Y no solo del olimpismo, también en gran figura del deporte mundial, merecedor de múltiples distinciones, entre estas la de haber sido incluido por el COI entre los diez mejores atletas olímpicos del siglo pasado. Por si fuera poco, su nombre, con texto y foto desplegada a gran tamaño, ilustra la página 143 de Hechos y figuras en la enciclopedia de boxeo, editada por Gilbert Odd.
A quienes ignoran cuánto ha representado y representa Teófilo para su país, les decimos que más que triple campeón olímpico y del mundo, más que su brillante historial, y más que todo, Teo es un patriota cubano, defensor inclaudicable de nuestra Revolución, lo mismo en trusa y zapatillas que en ropa de calle, no importa tribuna o lugar.
Por todo lo expuesto quise aprovechar la complicidad de este aniversario 25 de su definitivo adiós al ring para rendir este homenaje que espero otros hagan suyo, evitando así que ajenos, siempre al acecho, quieran apropiarse de glorias que son muy nuestras.

todo un melodrama y propaganda comunista, falto el "patria o muerte"...

Es verdad!

Teofilo lo q es un borracho q por un plato de comida y unas cuantas cervezas te da una entrevista. Asi son las comunistas de inmorales. Lean aqui para q vean esta entrevista q le concedio a un periodista americano.

Aqui pongo parte de la entrevista. Lean el final. Si la quieren leer entera abran el link. Hay podran ver quien es el borracho ese.
http://www.latinamericanstudies.org/sports/teofilo.htm

"Castro doesn't allow professional boxing," Dundee said. "There was so
much interest. Everybody wanted it. It was one of those mythical fights. It
was just talk."

Boxing experts today still salivate over the idea. Yalen says Ali was too
strong and fast even for Stevenson. Dundee said his fighter would have
"done a number" on the Cuban.

But Emanuel Steward, the legendary trainer who will head the 2004 U.S.
Olympic boxing team, has a different view. He said Ali might have had
trouble landing punches against the taller man.

"Ali was the greatest, but Stevenson would have been the biggest threat
that he faced in the ring," Steward said. "If you made a mistake,
[Stevenson] was ready to explode. He could fire that right hand at any
moment."

For his part, Stevenson offered nothing but praise for Ali. Asked how he
would have approached the fight, Stevenson struggled.

"[Ali] was the best," Stevenson said. "He didn't have any weaknesses."

Could he have beaten Ali? Stevenson paused.

"It would have been a draw," he said with a smile.

Stevenson's three gold medals alone would have given him a unique place
in this sports-crazed country. But the suggestion that he turned down
millions to fight Ali elevated his stature to mythic proportions.

As we parked outside one of the many sports schools set up since the
1959 Cuban revolution, a guard spotted Stevenson, threw out his hand
and ushered the champion inside, where three crude boxing rings were set
up.

The gym walls displayed the names of every Cuban who has won a junior
world boxing title. The list also includes the Cuban team's overall medal
count at each championship.

"First place, second place, first place ... " Stevenson read as he strolled
the length of the gym.

Unlike in the U.S., boxing in Cuba is not big business. It is, however, a
very big deal. Despite its billions in foreign debt, the nation pours its
resources into special schools.

As anachronistic as it sounds, Castro uses Cuban athletes' success as his
proof that socialism is superior to capitalism. International victories are
portrayed as triumphs of the revolution, as if Castro himself put on the
gloves and pounded his opponent into submission.

Besides his government-issued home in Havana, Stevenson has a country
home and drives a government-issued car, a rare privilege in Cuba. The
champion appears to come and go as he pleases and gets paid for doing
little apparent work.

His official title is vice president of the Cuban Boxing Federation. He
insisted he goes to the office every day. But an acquaintance said
Stevenson spends most of his time doing little more than being himself.

We ended up at a hotel bar, where I hoped I had him cornered at last.

Stevenson ordered a double shot of rum. "That way you won't have to
walk back so often," he told the waiter.

I began snapping photographs, but he waved me off.

"I don't want you taking pictures of me drinking and smoking," he said.
"It's a bad example for our youth."

Another half-hour, a third double shot of rum. Stevenson's eyes were
bloodshot. He watched rock videos on a big-screen TV.

It was 6 before we left. I paid the $27 bar tab, but Stevenson was hungry
and insisted on dinner. I pressed some cash into his hand and told him I
had another engagement.

A few days later, I asked Stevenson through an acquaintance if I could
meet with him again to ask more questions. Days passed before I heard
back.

I was told the champion would see me again if I'd pay him some money.

I said no.

Gary Marx is a reporter for the Chicago Tribune.

Copyright © 2003, The Baltimore Sun

Porqueria comunista.