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Entrevista al "Puma de Baracoa"

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Mensaje por pernellcastellon Vie 10 Ene 2014, 2:49 pm


YO NUNCA PERDI

Cuando hace cuatro años supe por vez primera de José Adolfo Legrá Utria también supe que debía entrevistarlo. Recién conocía su origen, sus hazañas en el boxeo y su entonces inminente visita a Baracoa. Las entrevistas continuaron hasta una tercera en diciembre pasado que no pueden desactualizar ni el tiempo ni la distancia. Por mucho que José permanezca en España, Legrá siempre está en Baracoa.

Sus visitas a Baracoa son reiteradas. ¿Por iguales motivos?
“Bueno, en Baracoa está realmente mi vida porque fue donde nací y donde está mi familia, y mientras yo exista, lo sé yo y lo sabe Dios, lo primero es mi familia. Aquí me crié, no digo estudié porque lo que más hacía en el centro escolar era fajarme, y empecé mi carrera como boxeador. También vengo a ver a los buenos amigos de infancia. Si hoy no vivo en Cuba es porque hubo circunstancias muy importantes de la vida en el momento que salí para España, hace ya bastante”.

Su vida ha sido el boxeo. ¿Cómo nació la idea de subirse a un cuadrilátero?
“Esas son cosas de la vida. Cuando yo era muchacho limpié zapatos, vendí maní, y si algún compañero me quitaba un cliente ya estaba fajao con él. Siempre me peleaba en las calles por las cosas más simples, hasta que dio conmigo y me guió René Castro García, un entrenador conocido por Pecao que hoy vive en Guantánamo. Pecao me apoyó en todo: me puso el primer guante, me llevó a casa de su hermano a comer y me pagó la comida, porque yo tenía una situación alimenticia muy mala. Mi familia vivía con mucho trabajo, tenía que ir al río a llevar ropa, y nada, lo que ganaba era mie***, kilos.

En ese tiempo hubo aquí dos marineros, unos tales Mito Escasena y Manganeso, que montaron un ring de boxeo en La Punta. Pecao controlaba las peleas, me invitó una tarde al gimnasio y desde ese primer momento le gustó lo que yo hacía en el ring. Me enfrentó a varios muchachos, entre ellos Tongo, Claro Fernández, que aún vive y está en La Pasada, y Manolín, luego amigos míos.

Un día se quiso hacer una colecta para que pudiéramos viajar a La Habana a probar suerte como boxeadores. El único que optó por irse fui yo, con 18 años. Me dije que aquí no hacía nada, y mire usted lo que sucedió después”.

¿Usted boxeaba con la aprobación de su familia?
“En absoluto. Al principio lo hacía a escondidas y cuando llegaba a casa mi familia se enteraba. Eso fue una verdadera lucha”.

¿Con qué sueños hizo aquel proverbial viaje a La Habana?
“Cuando me fui ya no tenía contrario en Baracoa, había peleado en Guantánamo y Santiago, y mi entrenador pensó en algo más grande, aparte de que yo pensaba, y aún pienso, que Baracoa es siempre lo mismo.

En La Habana debuté como profesional. Perdí una pelea, hice unas tablas con el guantanamero Ramón Ferrer y cuando ya iba a disputar el campeonato del peso gallo de Cuba triunfó la Revolución y se dictó la ley que anulaba el profesionalismo en el deporte y todo donde se apostaba, como las carreras de caballos y las peleas de gallos.

No sabía qué hacer. Entonces habló conmigo un señor llamado Kid Tunero, de Victoria de Las Tunas, que radicaba en España y estaba en La Habana. Me dijo que si quería boxear allá, después me mandó a buscar a la capital cubana con un contrato y comencé a boxear en España”.

Con Kid Tunero empezaron sus hazañas…
“Con él fui campeón de Europa y del mundo. Así compensé las atenciones que me dio al llegar a España, donde me pagó todo hasta que empecé a ganar dinero. Con él también terminé mi carrera, cuando perdí en 1973 una pelea ante Alexis Arguello en Nicaragua.

Recuerdo que entonces mi entrenador me propuso ir a pelear Japón y le dije que al regresar a Madrid lo pensaríamos. A los tres días de llegar le dije: no boxeo más, vamos a convocar a una rueda de prensa para anunciarlo. Y él, que era de ****, respetuoso, me dijo que respetaría mi decisión y me apoyaría en todo”.

¿Así de sencillo?
“Al perder la pelea en Managua él me dijo que me había observado y ya no era el mismo José. “Te repitieron el mismo golpe”, señaló, aunque yo lo sabía y en lo que se filmó vi el golpe con la izquierda. A mí me podían dar mil golpes, pero no repetirme uno, y menos en el mismo asalto y tirarme.

En ese combate me levanté y comencé a pelear, pero sin el ímpetu de otras ocasiones en iguales circunstancias. Antes, peleando en California contra Vicente Saldívar, él me tiró, me levanté y me dije, bueno… Casi siempre que me han tirao yo he noqueado al contrario en el mismo asalto o en el próximo, porque me daba mucha rabia”.

¿Cómo recibieron la noticia del retiro de José Legrá?
“Cuando yo regresé de Nicaragua los periodistas me esperaban en el aeropuerto. Me preguntaron y respondí que iba a descansar para tres días después dar una rueda de prensa en el periódico Siglo 21. Llegó el día y les dije que se había acabado, que Dios me había dado mucha alegría y ya no boxeaba más. “No fastidies”, dijeron ellos. Pero no. Me retiré en 1975, joven, con 29 o 30 años, entero, siendo campeón, con fama y dinero. Sucede que uno a veces se obsesiona y quiere seguir. Y es malo, muy malo”.

¿Cuánto le exigían?
Nada más le voy a decir que los periodistas creían que yo era un Dios, que los contrarios no me podían tocar, y eso no es así.

Antes del combate con Alexis Argüello tampoco pudo ganarle al brasileño Eder Jofre en la discusión del campeonato del mundo en Brasilia. ¿Por qué pactó la pelea de Nicaragua?
“Me hicieron una oferta bastante tentadora, no recuerdo si de 45 o 50 mil dólares libres. En 1972, dos o tres meses después de ganar en Monterrey mi segundo campeonato del mundo frente al mexicano Clemente Sánchez yo seguía ranqueao entre los mejores y enfrenté a Jofre. Pero había entrenado para la pelea sin ilusión. Me daba cuenta cuando corría en el estadio Chapultepec, y tampoco golpeaba el saco con el mismo deseo. Quedé inconforme con el resultado del combate y acepté pelear después con Alexis. Perdí y terminó una etapa, como terminan muchas cosas en la vida”.

¿Perdió también el vínculo con el boxeo?
“Después del retiro la Federación de Boxeo de España me ofreció convertirme en seleccionador, o estar en la federación de federativos, pero decidí no encasillarme con lo mismo. Ya no quiero que me hablen de ir a un gimnasio. El boxeo ya pasó. Es querer desafiar la suerte, y no. Hay muchas cosas en la vida por descubrir. Ahora, por ejemplo, tengo un negocio en Madrid con compañeros y amigos”.

Al pelear por última vez, ¿qué sintió al bajar del cuadrilátero?
“Antes fui y saludé a Alexis como pocas veces a un contrario. Le di un abrazo a un hombre que fue campeón del mundo en las categorías pluma, ligero y superligero.

Ya en la entrevista que siguió a la pelea dije que la satisfacción de los nicaragüenses con su ídolo la había sentido España conmigo. Y respondí lo que querían saber: me ganó bien, me sorprendió con el mismo golpe, no hay revancha porque no boxeo más. Después me hicieron mil ofertas para que peleara con él otra vez”.

Hacemos una regresión. Según la mayoría de las publicaciones periódicas usted nace en Baracoa en 1943 y sale de Cuba hacia Europa veinte años después. ¿Cómo soportó un joven tantas cosas de golpe?
“Ese es el instinto. Yo me fui de Cuba porque tenía la ilusión de triunfar, aunque me dije que si perdía, no insistía. Me propuse vivir para el boxeo, entrené y me sacrifiqué como nadie, me levantaba a correr a las seis o las siete de la mañana, que en Cuba venía siendo la madrugada, por el invierno.

Luché hasta lograr mi objetivo de debutar como profesional. Gané más de 20 combates frente a hombres en su mayoría fajadores, muy guapos, que iban siempre pálante, al contrario de lo mío, que era moverme mucho en el ring, aprovechar el desplazamiento de las piernas, esquivar los golpes”.

Por ese estilo usted se ganó el sobrenombre del El puma de Baracoa. ¿Quién se lo puso?
“Javier Valdivieso, un gran periodista, luego amigo mío, hoy tristemente desaparecido. Me hizo una entrevista para el diario Madrid y la tituló Se ha soltado un puma en Europa. El apodo se reprodujo en el diario Ya, El mundo, ABC, en Radio España, y después todo el mundo lo repitió.

En España me conocen por El puma, y saben de dónde soy porque Valdivieso en aquella entrevista decía: Se ha soltado un puma de Baracoa, ¿cómo encontrarlo? En Londres, otro lugar importante en mi vida boxística, me llamaron El mini Clay, porque dicen que yo tenía algo parecido a Cassius Clay”.

¿Le gustaba esa comparación?
“Nunca me agradó, pero me daba igual. Muchos periodistas asociaban el movimiento de las piernas de ambos, y la verdad es que en eso nos parecíamos bastante. Yo conocí a Cassius Clay en el año 1961, en Miami, cuando lo entrenaba Luis Sarría, que fue guía mío en Cuba”.

¿Cuáles combates usted más recuerda?
“Hay combates inolvidables, como el que gané en la primera disputa del campeonato de Europa frente al francés Yves Des Marets, y el que me hizo campeón del mundo, sobre todo la segunda vez, porque el anterior combate en Londres me lo robaron.

“Lo que te han hecho es una injusticia”, me dijo el presidente Franco al recibirme cuando regresé de Londres a España. “El título de campeón mundial tiene que regresar aquí, porque España confía en usted, Legrá”, añadió. Él me llamaba campeón, me quería mucho.

Después gané el campeonato en Monterrey y cuando llegué a España me pasearon por las calles con motoristas abriendo camino hasta el palacio de gobierno”.

¿Y los combates que no quisiera recordar?
“Tengo la satisfacción de saber que no perdí ninguno de los buenos. Fuera de un ring hay muchos intereses, apuestas, y si hay duda sobre el vencedor en un combate y también dinero de por medio, se hace muy difícil la justicia.

Nadie puede decir que Eder Jofre me ganó en Brasil. Mentira. Tampoco puedo decir que tuve una ventaja, pero yo era el campeón mundial, yo lo tiré a la lona y él no a mí. Lo mismo que con el australiano Fame en Londres, sabe Dios que no perdí. Ahí están los videos, los periódicos”.

¿Nunca entonces lamentó la derrota?
“No estoy insatisfecho ni guardo rencor, porque peleas importantes nunca las perdí. Yo era campeón del mundo cuando peleé con Jhonny Famechon en un combate de 15 asaltos que fue bastante parejo. Era favorito, la gente pensaba que la pelea no iba a llegar a la mitad. A él le dijeron que no me atacara, que me boxeara, pues si llegaba al final ganaba el combate o se lo daban tablas. Siguió las indicaciones con mucha inteligencia, corría, yo lo seguía y él me agarraba. Lo declararon vencedor y en seguida pensé que en la revancha lo reventaba, porque nunca perdí una revancha, pero no me dieron la oportunidad de pelear de nuevo con él, ni con Jofre, porque sabían que no me podían ganar”.

¿Cuál era su principal arma como boxeador?
“Primero tenía que estar bien preparado para mover las piernas como podía, y conservar el reflejo. Mi arma de combate era un golpe a la carótida que muy difícil fallaba. Siempre que el contrario me tiraba un jab de izquierda y desprotegía el cuello yo daba en esa parte. Con ese golpe noqueé mucho, gané el campeonato del mundo en Monterrey y en Londres, a Jofre lo tiré. Yo lo practicaba mucho en el gimnasio, y en los combates a veces lo daba hasta con los ojos cerrados.

Los contrarios sabían del golpe, porque los periodistas a veces metían la pata cuando hacían su trabajo, pero un combate de boxeo profesional desgasta mucho y aunque conozcan tu técnica esperas un momento de descuido, y ya está”.

¿Su punto más débil?
“Cuando te dan un buen golpe… El mexicano Vicente Saldívar me dio una derecha directa al corazón que me dejó como un niño indefenso, me hubiera matado si no suena la campana, nunca la frase fue mejor dicha. Ese golpe era su especialidad, así dejó a dos boxeadores en peligro de muerte.

Eso sí, yo me recuperaba y era del carajo. En el mismo combate lo cogí, coño, en el sexto o séptimo asalto y le di una derecha que cayó. Se levantó, peleó hasta el final y le dieron la pelea a él. A mí me quitaron to esas peleas importantes, pero nadie puede decir que me haya ganado.

Ya después me señalaban como debilidad que yo siempre andaba con chicas y no me entrenaba a fondo. No era verdad, aunque al final de mi carrera no me lo tomaba en serio”.

Siempre se le vio como alguien con carisma...
“Yo he sido comunicativo con la gente de allá y de aquí, y al que le haga falta algo se lo doy.

Después de tanto tiempo la gente en España sigue diciendo que José Legrá tiene categoría, amabilidad, simpatía. “¿Le puedo sacar una foto?”, me preguntan, y me detengo. En España, por idiosincrasia, es muy difícil que la gente famosa se comporte así. A mí me piden que vaya a la radio y voy, sin interesarme la categoría del periodista que lo pida, sin cobrar nada ni pedir que me recoja un coche.

Ya con el periodista lo veo titubeando y le digo: usted haga la pregunta que quiera, que yo contesto la que yo crea que debo contestar. No exijo mucho porque el país donde vivo me ha dado en medio siglo muchas cosas buenas”.

¿No hubo alguna vez recelo por su condición de extranjero y negro?
“Si, en algunos contrarios, aunque no menciono nombres porque mal o bien son compañeros. En una ocasión yo iba a pelear el campeonato de Europa y un boxeador con igual nombre al mío comentó algo de lo que me enteré después. “¡Concho, este aparte de que es de raza negra mira qué suerte tiene, va a pelear el campeonato y uno aquí luchando y pasando trabajo, a ver cuándo nosotros tenemos la oportunidad. Ahora va a ser más difícil porque pa ganarle a él, que es bueno…” Ese fue el comentario.

A otro de los que comentaron en Madrid le gané dos veces. Siempre hay su envidia y su cosa”.

¿Qué hizo José Legrá con fama y dinero para no perder la cabeza?
“Con el dinero, sobre todo, ayudar a mi familia en lo que he podido, venir a verla cuantas veces me da la gana, llevar a mi mamá al país donde vivo hace 50 años.

La fama me ha dado buenas amistades donde quiera, ha permitido que tenga las mejores mujeres del mundo… Para mí es algo normal, gracias a Dios no se me ha subido a la cabeza”.

¿Aún le pediría a la vida?
“Que me de salud. A veces pienso en mi carrera deportiva y en que no puedo pagarle a Dios lo generoso que ha sido y es conmigo. ¿De qué puedo arrepentirme?

Otra regresión. Una referencia de un periódico español decía que usted fue un chico pendenciero y comilón de pan. ¿Cómo asocia los recuerdos de la niñez en Baracoa con su personalidad hoy?
“Bueno, lo de pendenciero no sé, porque esa palabra no se usa en España para referirse a lo mismo que en Cuba. Seguro quisieron decir que reñía con los demás.

En cuando al pan, lo comía porque realmente en muchas ocasiones era mi almuerzo y mi comida. Iba a la panadería La Victoria y ayudaba a envolver galletas, a veces durante horas, y me pagaban con galleta y pan”.

Cuando está fuera de Baracoa ¿cómo la recuerda?
“Baracoa ha cambiado una barbaridad, pero la veo estancada, sin progreso. De toda forma para mí es única, insólita, maravillosa, con una amabilidad, un cariño y un amor en la gente que hacen quitarse el sombrero.

También recuerdo que aquí se hace bacán, guarapo, pru, panocha, tetí, casabe… En España no se conocen esas cosas, ni las he visto en otras partes donde he viajado. Por eso yo vengo y me vuelvo loco comiendo hasta mondonguito de puerco”.

¿Qué es Cuba en el Legrá que vive en España?
“Todo, porque es madre de Baracoa”.


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Mensaje por corsario Vie 10 Ene 2014, 5:51 pm

pernellcastellon escribió:
YO NUNCA PERDI

Cuando hace cuatro años supe por vez primera de José Adolfo Legrá Utria también supe que debía entrevistarlo. Recién conocía su origen, sus hazañas en el boxeo y su entonces inminente visita a Baracoa. Las entrevistas continuaron hasta una tercera en diciembre pasado que no pueden desactualizar ni el tiempo ni la distancia. Por mucho que José permanezca en España, Legrá siempre está en Baracoa.

Sus visitas a Baracoa son reiteradas. ¿Por iguales motivos?
“Bueno, en Baracoa está realmente mi vida porque fue donde nací y donde está mi familia, y mientras yo exista, lo sé yo y lo sabe Dios, lo primero es mi familia. Aquí me crié, no digo estudié porque lo que más hacía en el centro escolar era fajarme, y empecé mi carrera como boxeador. También vengo a ver a los buenos amigos de infancia. Si hoy no vivo en Cuba es porque hubo circunstancias muy importantes de la vida en el momento que salí para España, hace ya bastante”.

Su vida ha sido el boxeo. ¿Cómo nació la idea de subirse a un cuadrilátero?
“Esas son cosas de la vida. Cuando yo era muchacho limpié zapatos, vendí maní, y si algún compañero me quitaba un cliente ya estaba fajao con él. Siempre me peleaba en las calles por las cosas más simples, hasta que dio conmigo y me guió René Castro García, un entrenador conocido por Pecao que hoy vive en Guantánamo. Pecao me apoyó en todo: me puso el primer guante, me llevó a casa de su hermano a comer y me pagó la comida, porque yo tenía una situación alimenticia muy mala. Mi familia vivía con mucho trabajo, tenía que ir al río a llevar ropa, y nada, lo que ganaba era mie***, kilos.

En ese tiempo hubo aquí dos marineros, unos tales Mito Escasena y Manganeso, que montaron un ring de boxeo en La Punta. Pecao controlaba las peleas,  me invitó una tarde al gimnasio y desde ese primer momento le gustó lo que yo hacía en el ring. Me enfrentó a varios muchachos, entre ellos Tongo, Claro Fernández, que aún vive y está en La Pasada, y Manolín, luego amigos míos.

Un día se quiso hacer una colecta para que pudiéramos viajar a La Habana a probar suerte como boxeadores. El único que optó por irse fui yo, con 18 años. Me dije que aquí no hacía  nada, y mire usted lo que sucedió después”.

¿Usted boxeaba con la aprobación de su familia?
“En absoluto. Al principio lo hacía a escondidas y cuando llegaba a casa mi familia se enteraba. Eso fue una verdadera lucha”.

¿Con qué sueños hizo aquel proverbial viaje a La Habana?
“Cuando me fui ya no tenía contrario en Baracoa, había peleado en Guantánamo y Santiago, y mi entrenador pensó en algo más grande, aparte de que yo pensaba, y aún pienso, que Baracoa es siempre lo mismo.

En La Habana debuté como profesional. Perdí una pelea, hice unas tablas con el guantanamero Ramón Ferrer y cuando ya iba a disputar el campeonato del peso gallo de Cuba triunfó la Revolución y se dictó la ley que anulaba el profesionalismo en el deporte y todo donde se apostaba, como las carreras de caballos y las peleas de gallos.

No sabía qué hacer. Entonces habló conmigo un señor llamado Kid Tunero, de Victoria de Las Tunas, que radicaba en España y estaba en La Habana. Me dijo que si quería boxear allá, después me mandó a buscar a la capital cubana con un contrato y comencé a boxear en España”.

Con Kid Tunero empezaron sus hazañas…
“Con él fui campeón de Europa y del mundo. Así compensé las atenciones que me dio al llegar a España, donde me pagó todo hasta que empecé a ganar dinero. Con él también terminé mi carrera, cuando perdí en 1973 una pelea ante Alexis Arguello en  Nicaragua.

Recuerdo que entonces mi entrenador me propuso ir a pelear Japón y le dije que al regresar a Madrid lo pensaríamos. A los tres días de llegar le dije: no boxeo más, vamos a convocar a una rueda de prensa para anunciarlo. Y él, que era de ****, respetuoso, me dijo que respetaría mi decisión y me apoyaría  en todo”.

¿Así de sencillo?
“Al perder la pelea en Managua él me dijo que me había observado y ya no era el mismo José. “Te repitieron el mismo golpe”, señaló, aunque yo lo sabía y en lo que se filmó vi el golpe con la izquierda. A mí me podían dar mil golpes, pero no repetirme uno, y menos en el mismo asalto y tirarme.

En ese combate me levanté y comencé a pelear, pero sin el ímpetu de otras ocasiones en iguales circunstancias. Antes, peleando en California contra Vicente Saldívar, él me tiró, me levanté y me dije, bueno… Casi siempre que me han tirao yo he noqueado al contrario en el mismo asalto o en el próximo, porque me daba mucha rabia”.

¿Cómo recibieron la noticia del retiro de José Legrá?
“Cuando yo regresé de Nicaragua los periodistas me esperaban en el aeropuerto. Me preguntaron y respondí que iba a descansar para tres días después dar una rueda de prensa en el periódico Siglo 21. Llegó el día y les dije que se había acabado, que Dios me había dado mucha alegría y ya no boxeaba más. “No fastidies”, dijeron ellos. Pero no. Me retiré en 1975, joven, con 29 o 30 años, entero, siendo campeón, con fama y dinero. Sucede que uno a veces se obsesiona y quiere seguir. Y es malo, muy malo”.

¿Cuánto le exigían?
Nada más le voy a decir que los periodistas creían que yo era un Dios, que los contrarios no me podían tocar, y eso no es así.

Antes del combate con Alexis Argüello tampoco pudo ganarle al brasileño  Eder Jofre en la discusión del campeonato del mundo en Brasilia. ¿Por qué pactó la pelea de Nicaragua?
“Me hicieron una oferta bastante tentadora, no recuerdo si de 45 o 50 mil dólares libres. En 1972, dos o tres meses después de ganar en Monterrey mi segundo campeonato del mundo frente al mexicano Clemente Sánchez yo seguía ranqueao entre los mejores y enfrenté a Jofre. Pero había entrenado para la pelea sin ilusión. Me daba cuenta cuando corría en el estadio Chapultepec, y tampoco golpeaba el saco con el mismo deseo. Quedé inconforme con el resultado del combate y acepté pelear después con Alexis. Perdí y terminó una etapa, como terminan muchas cosas en la vida”.

¿Perdió también el vínculo con el boxeo?
“Después del retiro la Federación de Boxeo de España me ofreció convertirme en seleccionador, o estar en la federación de federativos, pero decidí no encasillarme con lo mismo. Ya no quiero que me hablen de ir a un gimnasio. El boxeo ya pasó. Es querer desafiar la suerte, y no. Hay muchas cosas en la vida por descubrir. Ahora, por ejemplo, tengo un negocio en Madrid con compañeros y amigos”.

Al pelear por última vez, ¿qué sintió al bajar del cuadrilátero?
“Antes fui y saludé a Alexis como pocas veces a un contrario. Le di un abrazo a un hombre que fue campeón del mundo en las categorías pluma, ligero y superligero.

Ya en la entrevista que siguió a la pelea dije que la satisfacción de los nicaragüenses con su ídolo la había sentido España conmigo. Y respondí lo que querían saber: me ganó bien, me sorprendió con el mismo golpe, no hay revancha porque no boxeo más. Después me hicieron mil ofertas para que peleara con él otra vez”.

Hacemos una regresión. Según la mayoría de las publicaciones periódicas usted nace en Baracoa en 1943 y sale de Cuba hacia Europa veinte años después. ¿Cómo soportó un joven tantas cosas de golpe?
“Ese es el instinto. Yo me fui de Cuba porque tenía la ilusión de triunfar, aunque me dije que si perdía, no insistía. Me propuse vivir para el boxeo, entrené y me sacrifiqué como nadie, me levantaba a correr a las seis o las siete de la mañana, que en Cuba venía siendo la madrugada, por el invierno.

Luché hasta lograr mi objetivo de debutar como profesional. Gané más de 20 combates frente a hombres en su mayoría fajadores, muy guapos, que iban siempre pálante, al contrario de lo mío, que era moverme mucho en el ring, aprovechar el desplazamiento de las piernas, esquivar los golpes”.

Por ese estilo usted se ganó el sobrenombre del El puma de Baracoa. ¿Quién se lo puso?
“Javier Valdivieso, un gran periodista, luego amigo mío, hoy tristemente desaparecido. Me hizo una entrevista para el diario Madrid y la tituló Se ha soltado un puma en Europa. El apodo se reprodujo en el diario Ya, El mundo, ABC, en Radio España, y después todo el mundo lo repitió.

En España me conocen por El puma, y saben de dónde soy porque Valdivieso en aquella entrevista decía: Se ha soltado un puma de Baracoa, ¿cómo encontrarlo? En Londres, otro lugar importante en mi vida boxística, me llamaron  El mini Clay, porque dicen que yo tenía algo parecido a Cassius Clay”.

¿Le gustaba esa comparación?
“Nunca me agradó, pero me daba igual. Muchos periodistas asociaban el movimiento de las piernas de ambos, y la verdad es que en eso nos parecíamos bastante. Yo conocí a Cassius Clay en el año 1961, en Miami, cuando lo entrenaba Luis Sarría, que fue guía mío en Cuba”.

¿Cuáles combates usted más recuerda?
“Hay combates inolvidables, como el que gané en la primera disputa del campeonato de Europa frente al francés Yves Des Marets, y el que me hizo campeón del mundo, sobre todo la segunda vez, porque el anterior combate en Londres me lo robaron.

“Lo que te han hecho es una injusticia”, me dijo el presidente Franco al recibirme cuando regresé de Londres a España. “El título de campeón mundial tiene que regresar aquí, porque España confía en usted, Legrá”, añadió. Él me llamaba campeón, me quería mucho.

Después gané el campeonato en Monterrey y cuando llegué a España me pasearon por las calles con motoristas abriendo camino hasta el palacio de gobierno”.

¿Y los combates que no quisiera recordar?
“Tengo la satisfacción de saber que no perdí ninguno de los buenos. Fuera de un ring hay muchos intereses, apuestas, y si hay duda sobre el vencedor en un combate y también dinero de por medio, se hace muy difícil la justicia.

Nadie puede decir que Eder Jofre me ganó en Brasil. Mentira. Tampoco puedo decir que tuve una ventaja, pero yo era el campeón mundial, yo lo tiré a la lona y él no a mí. Lo mismo que con el australiano Fame en Londres, sabe Dios que no perdí. Ahí están los videos, los periódicos”.

¿Nunca entonces lamentó la derrota?
“No estoy insatisfecho ni guardo rencor, porque peleas importantes nunca las perdí. Yo era campeón del mundo cuando peleé con Jhonny Famechon en un combate de 15 asaltos que fue bastante parejo. Era favorito, la gente pensaba que la pelea no iba a llegar a la mitad. A él le dijeron que no me atacara, que me boxeara, pues si llegaba al final ganaba el combate o se lo daban tablas. Siguió las indicaciones con mucha inteligencia, corría, yo lo seguía y él me agarraba. Lo declararon vencedor y en seguida pensé que en la revancha lo reventaba, porque nunca perdí una revancha, pero no me dieron la oportunidad de pelear de nuevo con él, ni con Jofre, porque sabían que no me podían ganar”.

¿Cuál era su principal arma como boxeador?
“Primero tenía que estar bien preparado para mover las piernas como podía, y conservar el reflejo. Mi arma de combate era un golpe a la carótida que muy difícil fallaba. Siempre que el contrario me tiraba un jab de izquierda y desprotegía el cuello yo daba en esa parte. Con ese golpe noqueé mucho, gané el campeonato del mundo en Monterrey y en Londres, a Jofre lo tiré. Yo lo practicaba mucho en el gimnasio, y en los combates a veces lo daba hasta con los ojos cerrados.

Los contrarios sabían del golpe, porque los periodistas a veces metían la pata cuando hacían su trabajo, pero un combate de boxeo profesional desgasta mucho y aunque conozcan tu técnica esperas un momento de descuido, y ya está”.

¿Su punto más débil?
“Cuando te dan un buen golpe… El mexicano Vicente Saldívar me dio una derecha directa al corazón que me dejó como un niño indefenso, me hubiera matado si no suena la campana, nunca la frase fue mejor dicha. Ese golpe era su especialidad, así dejó a dos boxeadores en peligro de muerte.

Eso sí, yo me recuperaba y era del carajo. En el mismo combate lo cogí, coño, en el sexto o séptimo asalto y le di una derecha que cayó. Se levantó, peleó hasta el final y le dieron la pelea a él. A mí me quitaron to esas peleas importantes, pero nadie puede decir que me haya ganado.

Ya después me señalaban como debilidad que yo siempre andaba con chicas y no me entrenaba a fondo. No era verdad, aunque al final de mi carrera no me lo tomaba en serio”.

Siempre se le vio como alguien con carisma...
“Yo he sido comunicativo con la gente de allá y de aquí, y al que le haga falta algo se lo doy.

Después de tanto tiempo la gente en España sigue diciendo que José Legrá tiene categoría, amabilidad, simpatía. “¿Le puedo sacar una foto?”, me preguntan, y me detengo. En España, por idiosincrasia, es muy difícil que la gente famosa se comporte así. A mí me piden que vaya a la radio y voy, sin interesarme la categoría del periodista que lo pida, sin cobrar nada ni pedir que me recoja un coche.

Ya con el periodista lo veo titubeando y le digo: usted haga la pregunta que quiera, que yo contesto la que yo crea que debo contestar. No exijo mucho porque el país donde vivo me ha dado en medio siglo muchas cosas buenas”.

¿No hubo alguna vez recelo por su condición de extranjero y negro?
“Si, en algunos contrarios, aunque no menciono nombres porque mal o bien son compañeros. En una ocasión yo iba a pelear el campeonato de Europa y un boxeador con igual nombre al mío comentó algo de lo que me enteré después. “¡Concho, este aparte de que es de raza negra mira qué suerte tiene, va a pelear el campeonato y uno aquí luchando y pasando trabajo, a ver cuándo nosotros tenemos la oportunidad. Ahora va a ser más difícil porque pa ganarle a él, que es bueno…” Ese fue el comentario.

A otro de los que comentaron en Madrid le gané dos veces. Siempre hay su envidia y su cosa”.

¿Qué hizo José Legrá con fama y dinero para no perder la cabeza?
“Con el dinero, sobre todo, ayudar a mi familia en lo que he podido, venir a verla cuantas veces me da la gana, llevar a mi mamá al país donde vivo hace 50 años.

La fama me ha dado buenas amistades donde quiera, ha permitido que tenga las mejores mujeres del mundo… Para mí es algo normal, gracias a Dios no se me ha subido a la cabeza”.

¿Aún le pediría a la vida?
“Que me de salud. A veces pienso en mi carrera deportiva y en que no puedo pagarle a Dios lo generoso que ha sido y es conmigo. ¿De qué puedo arrepentirme?

Otra regresión. Una referencia de un periódico español decía que usted fue un chico pendenciero y comilón de pan. ¿Cómo asocia los recuerdos de la niñez en Baracoa con su personalidad hoy?
“Bueno, lo de pendenciero no sé, porque esa palabra no se usa en España para referirse a lo mismo que en Cuba. Seguro quisieron decir que reñía con los demás.

En cuando al pan, lo comía porque realmente en muchas ocasiones era mi almuerzo y mi comida. Iba a la panadería La Victoria y ayudaba a envolver galletas, a veces durante horas, y me pagaban con galleta y pan”.

Cuando está fuera de Baracoa ¿cómo la recuerda?
“Baracoa ha cambiado una barbaridad, pero la veo estancada, sin progreso. De toda forma para mí es única, insólita, maravillosa, con una amabilidad,  un cariño y un amor en la gente que hacen quitarse el sombrero.

También recuerdo que aquí se hace bacán, guarapo, pru, panocha, tetí, casabe… En España no se conocen esas cosas, ni las he visto en otras partes donde he viajado. Por eso yo vengo y me vuelvo loco comiendo hasta mondonguito de puerco”.

¿Qué es Cuba en el Legrá que vive en España?
“Todo, porque es madre de Baracoa”.


Por RadioBaracoa

Muy buena entrevista!...no tenìa idea de que se retirò a esa edad..me falla el dato ahora, pero creo que junto a Kid Chocolate, supera las màs de 130 victorias profesionales.
Dato curioso la menciòn a Muhamad Ali...en algùn momento comentaba de eso..de Luis Manuel Rodriguez a Ali, de Ai a Sugar Leonard, de Leonar a Adolfo Horta, y a Candelario Duvergel
Y un buen  Pru señores..y Bacan!!!   :DiciendoQueSi:...creo que sòlo en baracoa se conocen estas cosas, al menos el Bacàn y el pescaito ese enchilao: el Tetì
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